El extraño de las verdades


Sus ojos oscuros esperaban expectantes mi respuesta. Mi verdad era un no sé. Pero no entendía porqué quería dar más explicaciones al extraño sentado a mi lado. Parecía más una sombra que una persona de carne y hueso. Si no fuese porque podía sentir su respiración acompasada cerca mío lo hubiese dudado. Lo miré en silencio, las palabras no salían de mi boca, pero no porque no pudiesen, porque no existían. Nunca había visto mirada tan profunda como la de él. Contenían un universo. Me aterraba y a la vez me calmaba. El miedo me lo provocaba el saber que estaba dispuesta a hablar de todos mis desastres mentales con ese desconocido. Era un fantasma que intentaba sacar a relucir todas mis verdades, esas que soy consciente que existen pero no me gusta admitir, y prefiero enterrarlas en el inconsciente.
“No sé” fue mi más honesta respuesta. Y en los minutos u horas que habían pasado desde que preguntó, no había podido pensar en una contestación más legítima.  Asintió y cambió el rumbo de la conversación. Pasamos la noche sentados uno al lado del otro. En ocasiones hablando y en otras en silencio. Había notado el estado de reflexión en que él me había dejado. Tal vez, esa era su misión, hacer que alguien dudara de todos los fundamentos de su persona. Tal vez, era su pasatiempo, ir desnudando almas por la vida, dejándolas vulnerables, débiles.
A pesar de saber como contactarme, no lo hizo. Y me dejó en soledad para pensar, descubrir mis auto mentiras. Muchas veces me miento, el problema es que es difícil usar una máscara hacia el interior. Miro el espejo tratando de encontrar por dónde empezar a desmentirme. Cómo desmantelar la ciudad que cree basada en cosas que sabía que no eran ciertas.
Nos volvimos a encontrar una y muchas veces. Sus preguntas cada vez cavaban más. Hacían temblar mis raíces cada vez más fuerte. La sirenas que anunciaban problemas eran más frecuentes y más ruidosas. No me hacía sentir triste, ni enojada, sólo traicionada por mí misma.

Lo vi una última vez, claro que no sabíamos que sería la última, solo pasó. Me miró fijamente y me preguntó si alguna vez pensaba en todas las preguntas que él hacía. Me reí con ironía. “Bien, siempre tenelas en cuenta, las respuestas te van a ir marcando el camino, pero sólo vos las podes encontrar. Nadie más te va a decir si sos feliz, si sos linda, si sos buena o si vas por el camino correcto. Tu vida es vivida por vos, tus errores se encuentran en tus manos para ser arreglados. Y tanto tus defectos como tus fortalezas, te hacen la persona que sos. No esperes que alguien llegue para ver la perfección en vos, espera que alguien pueda aceptar todo eso que sos, si no, no vale la pena.

Y esas palabras resuenan como eco en mi cabeza. Se filtran por todos los rincones, significando y resignificándose una y otra vez. La verdades a veces golpean duro cuando se presentan como un amigo, cuando aparecen como un fantasma exterior que decide perseguirte hasta que notas su presencia. Pero al final, siempre lastiman menos que las mentiras. Porque una vez tenidas en cuenta, las verdades construyen. En cambio las mentiras, las que nos hacemos a nosotros mismos, de una forma u otra van a ser un monstruo que tire abajo nuestro mundo.